20 de septiembre de 2021

Inauguracion Mes Misionero

El próximoi dia 1 de Octubre inauguramos el mes Misionero por antonomasia. Este año lo haremos en la capilla del convento de las RR.MM Carmelitas de Villalba del Alcor

Fechas propuestas por la Delegacion de Misiones para el curso 2021-2022

 

 

Octubre 2021 . Mes Misionero

 

 1 Octubre : Sta. Teresita de Liseux:   Inauguración del Mes Misionero . Celebración             Eucarística en el convento de las Carmelitas de la Antigua Observancia de Villalba            del Alcor

 

 15 de Octubre :  Misa de envío de los agentes de pastoral en la Catedral ( ver Delegación      de enseñanza)

 

19 de octubre: Rosario Misionero . (Parroquia Ntra. Sra  de Bellavista)

  

inscripciones  abiertas en correporeldomund.es

 

21  de Octubre: Vigilia de la luz del Domund ( Sta. Iglesia Catedral  y hora aún por             concretar)

 

24 de Octubre: Día del Domund " Cuenta lo que has visto y oido"

10 de junio de 2021

Abiertas las inscripciones para la II edición de #CorrePorElDomund

 

Por segundo año y con novedades importantes, Obras Misionales Pontificias lanza la carrera por el Domund. En formato virtual y con diferentes distancias, el usuario podrá practicar deporte mientras colabora con el trabajo que realizan los misioneros en los lugares más desfavorecidos del planeta. Este año, y como principal novedad, la organización ha contado con la ayuda de patrocinadores que han querido ligar su imagen a la del Domund. Esto permite, además, ofrecer camisetas conmemorativas para los participantes que lo deseen.

Se trata de una camiseta técnica, de un material excelente para hacer deporte y que cuenta con unidades limitadas, por lo que la organización invita a todos a inscribirse cuanto antes. Durante el proceso de inscripción, el usuario podrá elegir entre recibirla en su casa por un precio mayor o recogerla en su delegación de misiones de forma gratuita. Además, al ser una actividad para todos los públicos, también hay una camiseta para niños. Un modelo especial, con tallas pequeñas para fomentar que sea una actividad en familia. Para quienes no deseen hacerse con la camiseta, contamos con un "dorsal cero".

"Es una ocasión única para colaborar de dos formas con el Domund" – declara José María Calderón, director de las Obras Misionales Pontificias en España – "además del donativo realizado con la inscripción, cada vez que te pongas la camiseta estarás mostrando a los demás que tú apoyas al Domund, que estás con los misioneros". Y es que la prueba, que no tiene un afán competitivo, pone también a disposición de los participantes una app para poder entrenar y competir contra el resto de usuarios. La aplicación Corre por el Domund estará disponible durante los meses de septiembre y octubre para los sistemas operativos iOS y Android.

Esta iniciativa surgió el pasado año a raíz de la pandemia de COVID19. "Lo que está claro es que estamos ante un cambio en los modelos de actuar de la sociedad, y por ello las misiones tenemos que buscar también nuevas formas de estar presentes entre las personas" – comenta Calderón.

En las próximas semanas iremos conociendo más novedades sobre la carrera como pueden ser las actividades para los colegios. Esta es una acción de sensibilización y por ello se proponen diferentes iniciativas dentro de un proyecto multidisciplinar escolar para realizar en los centros educativos.

Desde hoy las inscripciones están abiertas en correporeldomund.es y cualquiera que lo desee puede apuntarse, elegir la distancia que desea recorrer y empezar a entrenar. Será en la semana previa a la Jornada del Domund cuando comience la entrega de camisetas y la carrera por el Domund. Pero no solo se puede correr: también se puede caminar, solo o acompañado, pero siempre respetando las normas sanitarias. Lo importante es el Domund y los misioneros. Y saber que, gracias a nuestra colaboración, la Iglesia puede estar presente y hacer una gran labor social en gran parte del mundo.

14 de abril de 2021

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO PARA LA 58 JORNADA MUNDIAL DE ORACION POR LAS VOCACIONES




San José: el sueño de la vocación

 

 

Queridos hermanos y hermanas:

 

El pasado 8 de diciembre, con motivo del 150.º aniversario de la declaración de san José como Patrono de la Iglesia universal, comenzó el Año dedicado especialmente a él (cf. Decreto de la Penitenciaría Apostólica, 8 de diciembre de 2020). Por mi parte, escribí la Carta apostólica Patris corde para «que crezca el amor a este gran santo». Se trata, en efecto, de una figura extraordinaria, y al mismo tiempo «tan cercana a nuestra condición humana». San José no impactaba, tampoco poseía carismas particulares ni aparecía importante a la vista de los demás. No era famoso y tampoco se hacía notar, los Evangelios no recogen ni una sola palabra suya. Sin embargo, con su vida ordinaria, realizó algo extraordinario a los ojos de Dios.

 

Dios ve el corazón (cf. 1 Sam 16,7) y en san José reconoció un corazón de padre, capaz de dar y generar vida en lo cotidiano. Las vocaciones tienden a esto: a generar y regenerar la vida cada día. El Señor quiere forjar corazones de padres, corazones de madres; corazones abiertos, capaces de grandes impulsos, generosos en la entrega, compasivos en el consuelo de la angustia y firmes en el fortalecimiento de la esperanza. Esto es lo que el sacerdocio y la vida consagrada necesitan, especialmente hoy, en tiempos marcados por la fragilidad y los sufrimientos causados también por la pandemia, que ha suscitado incertidumbre y miedo sobre el futuro y el mismo sentido de la vida. San José viene a nuestro encuentro con su mansedumbre, como santo de la puerta de al lado; al mismo tiempo, su fuerte testimonio puede orientarnos en el camino.


San José nos sugiere tres palabras clave para nuestra vocación. La primera es sueño. Todos en la vida sueñan con realizarse. Y es correcto que tengamos grandes expectativas, metas altas antes que objetivos efímeros —como el éxito, el dinero y la diversión—, que no son capaces de satisfacernos. De hecho, si pidiéramos a la gente que expresara en una sola palabra el sueño de su vida, no sería difícil imaginar la respuesta: “amor”. Es el amor el que da sentido a la vida, porque revela su misterio. La vida, en efecto, sólo se tiene si se da, sólo se posee verdaderamente si se entrega plenamente. San José tiene mucho que decirnos a este respecto porque, a través de los sueños que Dios le inspiró, hizo de su existencia un don.

 

Los Evangelios narran cuatro sueños (cf. Mt 1,20; 2,13.19.22). Eran llamadas divinas, pero no fueron fáciles de acoger. Después de cada sueño, José tuvo que cambiar sus planes y arriesgarse, sacrificando sus propios proyectos para secundar los proyectos misteriosos de Dios. Él confió totalmente. Pero podemos preguntarnos: “¿Qué era un sueño nocturno para depositar en él tanta confianza?”. Aunque en la antigüedad se le prestaba mucha atención, seguía siendo poco ante la realidad concreta de la vida. A pesar de todo, san José se dejó guiar por los sueños sin vacilar. ¿Por qué? Porque su corazón estaba orientado hacia Dios, ya estaba predispuesto hacia Él. A su vigilante “oído interno” sólo le era suficiente una pequeña señal para reconocer su voz. Esto también se aplica a nuestras llamadas. A Dios no le gusta revelarse de forma espectacular, forzando nuestra libertad. Él nos da a conocer sus planes con suavidad, no nos deslumbra con visiones impactantes, sino que se dirige a nuestra interioridad delicadamente, acercándose íntimamente a nosotros y hablándonos por medio de nuestros pensamientos y sentimientos. Y así, como hizo con san José, nos propone metas altas y sorprendentes.

 

Los sueños condujeron a José a aventuras que nunca habría imaginado. El primero desestabilizó su noviazgo, pero lo convirtió en padre del Mesías; el segundo lo hizo huir a Egipto, pero salvó la vida de su familia; el tercero anunciaba el regreso a su patria y el cuarto le hizo cambiar nuevamente sus planes llevándolo a Nazaret, el mismo lugar donde Jesús iba a comenzar la proclamación del Reino de Dios. En todas estas vicisitudes, la valentía de seguir la voluntad de Dios resultó victoriosa. Así pasa en la vocación: la llamada divina siempre impulsa a salir, a entregarse, a ir más allá. No hay fe sin riesgo. Sólo abandonándose confiadamente a la gracia, dejando de lado los propios planes y comodidades se dice verdaderamente “sí” a Dios. Y cada “sí” da frutos, porque se adhiere a un plan más grande, del que sólo vislumbramos detalles, pero que el Artista divino conoce y lleva adelante, para hacer de cada vida una obra maestra. En este sentido, san José representa un icono ejemplar de la acogida de los proyectos de Dios. Pero su acogida es activa, nunca renuncia ni se rinde, «no es un hombre que se resigna pasivamente. Es un protagonista valiente y fuerte» (Carta ap. Patris corde, 4). Que él ayude a todos, especialmente a los jóvenes en discernimiento, a realizar los sueños que Dios tiene para ellos; que inspire la iniciativa valiente para decir “sí” al Señor, que siempre sorprende y nunca decepciona.

 

La segunda palabra que marca el itinerario de san José y de su vocación es servicio. Se


desprende de los Evangelios que vivió enteramente para los demás y nunca para sí mismo. El santo Pueblo de Dios lo llama esposo castísimo, revelando así su capacidad de amar sin retener nada para sí. Liberando el amor de su afán de posesión, se abrió a un servicio aún más fecundo, su cuidado amoroso se ha extendido a lo largo de las generaciones y su protección solícita lo ha convertido en patrono de la Iglesia. También es patrono de la buena muerte, él que supo encarnar el sentido oblativo de la vida. Sin embargo, su servicio y sus sacrificios sólo fueron posibles porque estaban sostenidos por un amor más grande: «Toda vocación verdadera nace del don de sí mismo, que es la maduración del simple sacrificio. También en el sacerdocio y la vida consagrada se requiere este tipo de madurez. Cuando una vocación, ya sea en la vida matrimonial, célibe o virginal, no alcanza la madurez de la entrega de sí misma deteniéndose sólo en la lógica del sacrificio, entonces en lugar de convertirse en signo de la belleza y la alegría del amor corre el riesgo de expresar infelicidad, tristeza y frustración» (ibíd., 7).

 

Para san José el servicio, expresión concreta del don de sí mismo, no fue sólo un ideal elevado, sino que se convirtió en regla de vida cotidiana. Él se esforzó por encontrar y adaptar un lugar para que naciera Jesús, hizo lo posible por defenderlo de la furia de Herodes organizando un viaje repentino a Egipto, se apresuró a regresar a Jerusalén para buscar a Jesús cuando se había perdido y mantuvo a su familia con el fruto de su trabaja, incluso en tierra extranjera. En definitiva, se adaptó a las diversas circunstancias con la actitud de quien no se desanima si la vida no va como él quiere, con la disponibilidad de quien vive para servir. Con este espíritu, José emprendió los numerosos y a menudo inesperados viajes de su vida: de Nazaret a Belén para el censo, después a Egipto y de nuevo a Nazaret, y cada año a Jerusalén, con buena disposición para enfrentarse en cada ocasión a situaciones nuevas, sin quejarse de lo que ocurría, dispuesto a echar una mano para arreglar las cosas. Se podría decir que era la mano tendida del Padre celestial hacia su Hijo en la tierra. Por eso, no puede más que ser un modelo para todas las vocaciones, que están llamadas a ser las manos diligentes del Padre para sus hijos e hijas.

 

Me gusta pensar entonces en san José, el custodio de Jesús y de la Iglesia, como custodio de las vocaciones. Su atención en la vigilancia procede, en efecto, de su disponibilidad para servir. «Se levantó, tomó de noche al niño y a su madre» (Mt 2,14), dice el Evangelio, señalando su premura y dedicación a la familia. No perdió tiempo en analizar lo que no funcionaba bien, para no quitárselo a quien tenía a su cargo. Este cuidado atento y solícito es el signo de una vocación realizada, es el testimonio de una vida tocada por el amor de Dios. ¡Qué hermoso ejemplo de vida cristiana damos cuando no perseguimos obstinadamente nuestras propias ambiciones y no nos dejamos paralizar por nuestras nostalgias, sino que nos ocupamos de lo que el Señor nos confía por medio de la Iglesia! Así, Dios derrama sobre nosotros su Espíritu, su creatividad; y hace maravillas, como en José.

 

Además de la llamada de Dios —que cumple nuestros sueños más grandes— y de nuestra respuesta —que se concreta en el servicio disponible y el cuidado atento—, hay un tercer aspecto que atraviesa la vida de san José y la vocación cristiana, marcando el ritmo de lo cotidiano: la


fidelidad. José es el «hombre justo» (Mt 1,19), que en el silencio laborioso de cada día persevera en su adhesión a Dios y a sus planes. En un momento especialmente difícil se pone a “considerar todas las cosas” (cf. v. 20). Medita, reflexiona, no se deja dominar por la prisa, no cede a la tentación de tomar decisiones precipitadas, no sigue sus instintos y no vive sin perspectivas.

Cultiva todo con paciencia. Sabe que la existencia se construye sólo con la continua adhesión a las grandes opciones. Esto corresponde a la laboriosidad serena y constante con la que desempeñó el humilde oficio de carpintero (cf. Mt 13,55), por el que no inspiró las crónicas de la época, sino la vida cotidiana de todo padre, de todo trabajador y de todo cristiano a lo largo de los siglos. Porque la vocación, como la vida, sólo madura por medio de la fidelidad de cada día.

 

¿Cómo se alimenta esta fidelidad? A la luz de la fidelidad de Dios. Las primeras palabras que san José escuchó en sueños fueron una invitación a no tener miedo, porque Dios es fiel a sus promesas: «José, hijo de David, no temas» (Mt 1,20). No temas: son las palabras que el Señor te dirige también a ti, querida hermana, y a ti, querido hermano, cuando, aun en medio de incertidumbres y vacilaciones, sientes que ya no puedes postergar el deseo de entregarle tu vida. Son las palabras que te repite cuando, allí donde te encuentres, quizás en medio de pruebas e incomprensiones, luchas cada día por cumplir su voluntad. Son las palabras que redescubres cuando, a lo largo del camino de la llamada, vuelves a tu primer amor. Son las palabras que, como un estribillo, acompañan a quien dice sí a Dios con su vida como san José, en la fidelidad de cada día.

 

Esta fidelidad es el secreto de la alegría. En la casa de Nazaret, dice un himno litúrgico, había

«una alegría límpida». Era la alegría cotidiana y transparente de la sencillez, la alegría que siente quien custodia lo que es importante: la cercanía fiel a Dios y al prójimo. ¡Qué hermoso sería si la misma atmósfera sencilla y radiante, sobria y esperanzadora, impregnara nuestros seminarios, nuestros institutos religiosos, nuestras casas parroquiales! Es la alegría que deseo para ustedes, hermanos y hermanas que generosamente han hecho de Dios el sueño de sus vidas, para servirlo en los hermanos y en las hermanas que les han sido confiados, mediante una fidelidad que es ya en misma un testimonio, en una época marcada por opciones pasajeras y emociones que se desvanecen sin dejar alegría. Que san José, custodio de las vocaciones, los acompañe con corazón de padre.

 

Roma, San Juan de Letrán, 19 de marzo de 2021, Solemnidad de San José

 

 

 

Francisco


 

 

 

©Copyright - Libreria Editrice Vaticana


24 de noviembre de 2020

CONCURSO INFANCIA MISIONERA


Con motivo de la celebración de la Jornada de Infancia Misionera 2021, cuyo lema es “Con Jesús a Nazaret. Somos Familia”, Obras Misionales Pontificias y el Secretariado de Infancia Misionera convocan el concurso: “SOMOS FAMILIA ¡3, 2, 1: ACCIÓN!”. 

Se trata de que los participantes presenten un breve vídeo en el que cuenten con creatividad cómo es su “familia” y qué papel juega Jesús entre ellos.

¿QUIÉN?

Podrán participar niños de educación primaria, de forma individual o en equipos de 2 a 6 personas, de todas las diócesis españolas. Cada concursante en función de su edad, concursará en las siguientes categorías:

  • Categoría 1: para niños y niñas de 1º a 3º de primaria.
  • Categoría 2: para niños y niñas de 4º a 6º de primaria.

Los vídeos deberán tener una duración de entre 1 y 2 minutos. Cada grupo participante deberá estar representado por un responsable mayor de edad, que presentará el trabajo de los niños de su escuela, parroquia o familia.

¿CUÁNDO?

Los vídeos podrán presentarse hasta el 18 de enero de 2021 en la Delegación Diocesana de Misiones

El concurso tiene dos fases:

Fase diocesana: hasta el 18 de enero de 2021. Los vídeos deben enviarse por correo electrónico a la Delegación Diocesana de Misiones de la diócesis. Un jurado diocesano elegirá dos ganadores por categoría.

Fase nacional: Los trabajos ganadores de las diócesis se recibirán en la Dirección Nacional de Obras Misionales Pontificias hasta el 31 de enero de 2020. Un jurado elegirá el vídeo ganador de cada categoría antes del 14 de febrero de 2020. Los nombres de los ganadores se harán públicos a través de esta web, www.omp.es.

    ¿CÓMO?

    Pueden ser bailes, cortos, con diálogos o sin, con carteles, con edición o sin, con        música. Puedes utilizar aplicaciones o no. Pueden aparecer adultos, mascotas,        muñecos… ¡quién tú quieras! Se valorará la calidad de aquellos trabajos que, a         través de la creatividad y originalidad, comuniquen de manera efectiva que Jesús     está en medio de sus familias y que por Él, somos familia.