14 de enero de 2020

Con Jesus a Egipto


ENCUENTRO CON LA PALABRA
EN EGIPTO HICIMOS AMIGOS


AMBIENTAMOS: Proponemos una ambientación que puede parecer algo más elabora- da pero que sin duda valdrá la pena.

1-  Necesitamos una tela que se asemeje un poco a la arena del desierto, una pirámide de cartulina u otro material confeccionada con tiempo por nosotros (pueden ser dos, una más grande que la otra), y una imagen de la Huida a Egipto. La pirámide debe ser grande y hueca por debajo para poder ocultar algunos objetos.

2-   Les pedimos con antelación a los niños que traigan un artículo del supermercado para compartirlo con los pobres, por ejemplo, un paquete de arroz, una botella de aceite, un litro de leche, etc. Llegado el día del encuentro juntamos todo o parte de los productos que han traído y, sin que ellos se den cuenta, lo metemos debajo de la pirámide. El resto lo ocultamos debajo de la tela asemejando un desierto. Es importante que no sospechen qué hay debajo. Colocamos a los pies de la pirámide la imagen de la sagrada familia ¡Ya tenemos nuestra ambientación!

INVOCAMOS AL ESPÍRITU SANTO: “Espíritu Santo, seguimos caminando con Jesús Niño que ahora llega a Egipto. Ayúdanos a descubrir lo que quieres enseñarnos con este misterio de un Dios inmigrante en un país que no es el suyo. ¿Qué pides hoy de nosotros con esta Palabra para nuestra vida y nuestra misión? Ilumínanos Señor y ca- lienta nuestro corazón con tu amor. Amén”.


PROCLAMAMOS LA PALABRA. Mt 25,35.
“Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui fo- rastero y me hospedasteis.”









MEDITAMOS
Comenzamos el diálogo con los niños propiciando que recuerden dónde dejamos a la familia de Jesús. Habían salido huyendo en circunstancias muy difíciles. Ahora aca- ban de llegar a un país extraño, Egipto.

Intentamos imaginar su llegada contemplando la ambientación. Las pirámides son importantes, quizá fue lo primero que encontraron al llegar. Además de ser mara- villosos monumentos cuya construcción todavía encierra para nosotros algunos misterios, recordamos para qué eran empleadas: Se trataba de enormes mausoleos para los faraones, donde se les enterraba ostentosamente. Pero además se metía dentro parte de sus posesiones: riquezas, vasos sagrados, ropa y también comida para que no les faltara de nada en ese largo “viaje al otro mundo”.

Así llegan nuestros peregrinos a Egipto, saludando esas ricas pirámides pero sobre todo buscando como buenos pobres quién les ayude a ellos.

En este momento tomamos la Biblia con reverencia y solemnidad y la abrimos en el Evangelio indicado. Repetimos y hacemos que repitan con nosotros el versículo, pero la última frase, fui forastero y me hospedasteis, hacemos que la repitan varias veces.
¿QUÉ DICE DIOS EN ESTA PALABRA?
¿Te ha pasado llegar alguna vez como “el nuevo”, y no conocer a nadie? Puede ser si cambiaste de cole, o si entraste en un equipo nuevo de fútbol, o en las clases de dan- za, o si tu familia cambió de casa y en el barrio no conoces a ningún niño ni niña… Se pasa un poco mal, ¿eh? Pues imagínate llegar nuevo y no sólo no tener amigos sino
¡no tener nada! No tener qué comer, o dónde dormir, o dinero para comprar… ¡nada! ni siquiera hablar el idioma que allí se habla, ni conocer la moneda… ¡nada! ¿Puedes imaginarlo un poquito? Pues eso les ocurrió a Jesús siendo solo un niño muy peque- ño, y a sus padres con ese pequeñín que era Dios pero que estaba tan necesitado y pobre. ¡Vaya apuro! ¡Como para que alguien te mire mal o te llame con desprecio “fo- rastero, ¡vete!, no eres de aquí”, o para que hable mal de ti y de los tuyos, o te haga la vida más difícil.

Por eso Jesús pudo decir bienaventurados porque… fui forastero y me acogisteis, porque Él lo pasó mal y alguien lo acogió. Es Dios pero no le tiene miedo a pasarlo mal sino que prefiere afrontar la vida y compartir las experiencias tristes y malas para te- ner un corazón más grande y saber sufrir con todos los que sufren. Y a todos los que atiendan a un pobre, o a alguien necesitado, Él mira eso como cuando lo hicieron con Él mismo. Mejor dicho, ¡Jesús se esconde en todos los que sufren!


¿QUÉ ME DICE DIOS A MI?
Seguro que a la otra vida no hace falta que nos llevemos ropa, comida, aparatos, dinero… Todo eso se va a quedar “enterrado” en este mundo, como en la tumba de los faraones. Poco les aprovecharían tantas cosas para la otra vida. En cambio, cada pequeño gesto de amor que hagamos por alguien que nos necesita, tendrá un pre- mio enorme en el cielo y nos hará felices desde la tierra. Es lo único que nos llevare- mos. Ahora es hora de mirar si podemos convertir Egipto en un lugar de acogida ¿por qué no probamos a darle algo a la Sagrada Familia, es decir, a los pobres que ellos representan? Quizás nos ayude levantar nuestras pirámides y “desenterrar” tantas cosas buenas que caducan si no las compartimos. (Levanta las pirámides y suscita el diálogo).

ORACIÓN PERSONAL Y COMUNITARIA
Retiramos las pirámides a otro lugar para que no estorben y colocamos en el cen- tro a la sagrada familia. Egipto se transforma en personas acogedoras, nosotros, que alrededor de la imagen sostenemos los productos que queremos compartir con los pobres. ¡Vaya cambio ¿Verdad?! Con una música de fondo dejamos espacio para el silencio y para oraciones espontáneas de los niños en las que ellos ofrezcan lo que tienen a Jesús y a los pobres en los que él se esconde.

NOS COMPROMETEMOS
¿Te parece que hay que viajar a Egipto para encontrar situaciones como la que hoy hemos meditado? Seguro que en tu clase o en tu barrio, muy cerca de ti, hay quien ha “venido de lejos”. No se trata sólo de darle algo de dinero, o de alimentos, ¡lo más difícil es darle un poco de amor! Lo puedes hacer: acercándote a esa persona e inte- resándote por cómo se llama, dónde vive, qué le gusta, cómo se siente… En resumen, ofreciéndole tu amistad. Recuerda que, según la trates, así estás tratando a Jesús.
¡Qué gran misión! todos hiciéramos esto seguro que el mundo cambiaría. ¡Ánimo!
¡Ponte en marcha!