1 de agosto de 2014

FAMILIAS MISIONERAS

SU FAMILIA COMPARTE LA MISIÓN
O bras Misionales Pontificias ha querido recordar a las familias
de los misioneros durante este verano. Lo hace dedicando
el mural Iglesia en misión con el lema «Su familia comparte la misión
» y apoyando los numerosos encuentros con las familias de
los misioneros que durante estos meses de verano tienen lugar
en las diócesis con ocasión de la llegada desde “otro lado” de
sus misioneros.
Las familias de los misioneros siguen lógicamente unidas estrechamente
a sus miembros misioneros. Ellas son normalmente
las primeras en brindarles su apoyo y su afecto para ayudarles
a perseverar en la vocación y en la misión a la que Dios les ha
llamado y la Iglesia les envía. Ante las dificultades propias de la misión, los misioneros saben que cuentan con la oración
de toda la Iglesia, pero de un modo especial con la oración de sus familias. Como pequeñas iglesias domésticas,
estas oran por la actividad misionera de la Iglesia y muy en concreto por aquellos que las dejaron por responder a su
vocación misionera. Además, las familias ofrecen su propio testimonio misionero, cuando sienten cerca al misionero
e intentan vivir de forma solidaria con él. Muchas veces las familias de los misioneros prestan también, en la medida
de sus posibilidades, apoyo material para las actividades de los misioneros.
Entonces materializan su compromiso misionero —y en particular con su familiar misionero— enviando ayudas
concretas para su labor. Sea en forma de dinero, medicinas o aquello que puedan necesitar, las familias de los
misioneros contribuyen a hacer su tarea un poco más fácil desde el punto de vista material con su generosidad y
también buscando a otras personas para que colaboren. Las mismas familias de los misioneros se hacen ellas misioneras
cuando difunden el espíritu misionero en la comunidad cristiana y participan en la animación y cooperación
misionera de esta. No raramente llegan incluso a viajar para visitar a los misioneros, conocer de cerca su trabajo y
cooperar personalmente con ellos en la misión que llevan a cabo.
Una parte muy importante de la cooperación que las familias de los misioneros les ofrecen es la acogida al regreso
de la misión. A veces por causa de las enfermedades contraídas en los países de misión, otras simplemente porque
ha terminado su servicio, los misioneros regresados deben ser acogidos por sus familias. La ayuda afectiva y material
que les prestan es no solo una prueba del amor o de solidaridad familiar, sino también signo de la caridad de la
Iglesia y el agradecimiento de la comunidad cristiana. De especial relevancia es la ayuda que brindan las familias
a los misioneros laicos y familias misioneras a su regreso, para que se reincorporen y se integren en la vida civil y
laboral y en la comunidad cristiana.
Juan Pablo II el 6 de noviembre de 1982 se dirigía a las familias de los misioneros en la explanada de Javier antes
de imponer el crucifijo a un grupo de ellos: «Vuestra confortadora presencia, padres y familiares de misioneros y
misioneras, representa aquí a la familia católica que, coherente con su fe, ha de hacerse misionera. Al expresaros la
entrañable gratitud de la Iglesia, quiero hacerla llegar también a las familias de todos los misioneros y misioneras
que trabajan en la viña del Señor».